por Carmen Pérez de Arenaza Escribano – Técnico de Investigación, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC); Vicente Rodríguez Rodríguez – Investigador CSIC, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

Con la crisis sanitaria de la Covid-19 como telón de fondo la sociedad civil y las instituciones políticas han ido tomando consciencia de la necesidad de fomentar planes para favorecer el bienestar de las personas mayores, ya que ha quedado claro que son un grupo social no siempre bien atendido.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha posicionado con respecto a este tema y ha declarado la década 2020-30 como “El decenio del envejecimiento saludable”, gracias al cual se pretende fomentar la colaboración de diferentes agentes sociales y políticos de todos los niveles tanto nacionales como internacionales con las personas mayores como eje central de las políticas y medidas a adoptar.

Los cambios demográficos en múltiples países demuestran un progresivo envejecimiento de la población (especialmente en países más desarrollados), lo que hace necesario un replanteamiento de las condiciones del envejecimiento y de las políticas de bienestar social.

Más personas mayores de 60 que menores de 5 años

Según datos del informe de la OMS, en 2020, por primera vez, a escala global, las personas de 60 años o más superan en número a los niños menores de 5 años, un dato impactante teniendo en cuenta que, además, el ritmo del envejecimiento se está acelerando, especialmente en los países en desarrollo.

Con esta realidad como punto de partida parece razonable considerar la necesidad de un marco de acción enfocado en el envejecimiento saludable. Más años de vida no implican necesariamente mayor bienestar, por lo que el objetivo es vivir el mayor número de años posible con una buena salud y con la posibilidad de participar de la vida social y familiar.

Hacia un envejecimiento saludable

De lo contrario, el aumento de años con mala salud solo favorece el aislamiento social, la dependencia y la degeneración física y mental de los colectivos envejecidos. Por todo ello la OMS, en su informe, señala la importancia de un envejecimiento saludable que consista en “desarrollar y mantener a edades avanzadas la capacidad funcional que hace posible el bienestar”.

En definitiva, el “Decenio” pretende, con un alcance mundial, que se den una serie de acuerdos para que se incorpore el envejecimiento saludable de forma transversal en los marcos de acción política y social permitiendo que la sociedad en su conjunto y durante toda su vida pueda desarrollar su potencial de manera digna e igualitaria.

Los peligros del edadismo

La crisis de la Covid-19 ha puesto de manifiesto la discriminación presente en grandes sectores de la población, no sólo en la española, hacia las personas mayores. El edadismo, según la OMS, es “la discriminación por motivos de edad” y esta puede adoptar diversas formas o actitudes.

A lo largo de la pandemia se han ido sucediendo acciones más o menos institucionalizadas que dejaban ver la facilidad con la que ciertos grupos de población, entre ellos los mayores, son dejados de lado postergando sus necesidades inmediatas y su bienestar. Además de ser lógicas sociales éticamente cuestionables, pueden servir como indicadoras del nivel de desarrollo o progreso social de un país.

Pensar en cómo tratamos a nuestros mayores nos tiene que orientar sobre cómo somos como sociedad, por lo que plantear la urgencia de señalar la necesaria transversalidad del envejecimiento en las políticas públicas puede servir además para incentivar un cambio de mentalidad en todos los niveles.

Cómo actuar en los entornos residenciales

Con todo esto bien definido, ¿cómo puede afectar el “Decenio” de la OMS en los entornos residenciales?

Según datos facilitados por un informe  del Ministerio de Derechos Sociales, el número de personas fallecidas en la primera ola de la pandemia fue aproximadamente de 20 000, aunque no se puedan ofrecer datos consistentes por el momento. Pese a ello, en el informe se estima un “rango ente el 47% y 50% de afectación en residencias respecto al total de fallecimientos por la enfermedad Covid-19, durante la primera ola”.

Con estas cifras, parece una obligación pensar en formas de evitar que esto vuelva a suceder. El virus ha abierto una grieta en la ética común y nos ha impuesto replantearnos nuestras prioridades como sociedad, así como nuestras vulnerabilidades.

Después de revisar el documento del “Decenio del envejecimiento saludable” queda la duda de si se ha prestado suficiente atención en él a la vivienda y las condiciones de la misma, teniendo en cuenta que en 2019 la estimación de personas que vivían en residencias era de unos 322 180 mayores de 65 años y más, según datos de Envejecimiento en Red.

Las residencias han sido metafórica y literalmente el epicentro de la pandemia, se han erigido como el lugar en el que se ha materializado nuestra forma de tratar la vejez y todo lo que supone. Con esta declaración la OMS pone en valor a la población mayor y sus necesidades, además de llamar la atención sobre el hecho de que es una problemática transversal y de alcance mundial.

Además pone de manifiesto la necesidad de crear entornos urbanos y rurales donde se puedan desarrollar al máximo las capacidades de las personas mayores, permitiendo un acceso equilibrado y equitativo a todos los servicios.

En definitiva, se hace más necesario que nunca favorecer formas de vivir más dignas, en residencias y en los hogares, para todos los grupos sociales independientemente de su edad. Las instituciones y la sociedad civil deben esforzarse por cooperar con el objetivo de hacer que todas las vidas cuenten y por facilitar una asistencia social de mayor calidad, que no peligre ante las contingencias y cambios en el contexto.

Una oportunidad para mejorar la calidad de vida de los mayores

En este sentido, la declaración de la OMS debe ser entendida como una oportunidad para mejorar la calidad de vida de las residencias en particular y de las personas mayores en general. La organización ve necesario “ampliar las opciones habitacionales y mejorar las reformas de las viviendas para que las personas puedan envejecer en lugares adaptados a sus necesidades”. De acuerdo con esto, se plantea la necesidad de fomentar nuevas formas de habitar y vivir en la vejez, existiendo ya algunos ejemplos más allá de los institucionalizados.

Actualmente se están explorando modelos centrados en la persona, que priman la autonomía, la atención integral y la atención individualizada. Existen ya proyectos reales en los que se plantean diversidad de formas de vivir la vejez, como la covivienda y otros [proyectos comunitarios colaborativos](http://movicoma.blogs.uoc.edu/mapa/)

Esto no quiere decir que el envejecimiento saludable solo pueda darse a través de las viviendas comunitarias, pues en muchas ocasiones estas están diseñadas para personas no dependientes o con grados de dependencia bajos. Aun así, es necesario pensar cómo materializar los objetivos que plantea la OMS y la cuestión de la vivienda es un aspecto central en torno al que actuar.

En definitiva, es imprescindible reformular las propuestas ya existentes para adaptarlas a formas institucionalizadas que puedan ser disfrutadas de una forma equitativa e igualitaria por toda la población mayor. Pese a que el Decenio de la OMS no profundiza en las formas de implementar mejoras en los modos de vida de los mayores en términos de habitacionalidad, merece la pena tener este documento como marco de referencia general que oriente actuaciones futuras.

Fuente: https://theconversation.com/el-decenio-del-envejecimiento-saludable-y-el-futuro-de-las-residencias-de-mayores-153000

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