por Luis Roux

Margarita Kemayd nada desde que tiene memoria. Sus primeros recuerdos tienen que ver con las aguas del río Uruguay, y también con las del Daymán, a las que le costaba abandonar. Era su forma de ser feliz: «no había forma de sacarme». Tiene en especial estima a una isla entre Salto y Concordia, que no sabe a qué país pertenece: «Hasta ahora voy nadando hasta ahí», dice hoy, a sus 80 años de edad.



Habría sido natural que compitiera desde chica, pero las cosas no eran tan libres para las niñas durante su infancia en los años 40.

Cursó bachillerato y tres años en la Facultad de Derecho, pero debió abandonar para atender a su familia. Se casó y tuvo cinco hijos y una vida muy atareada y feliz.

Nunca dejó de nadar, en aguas abiertas y en piscina, y acompañaba a una hija que competía. Ella misma era parte de la competencia, como jueza o en lo que hubiera que hacer. Y nunca dejó de nadar por placer.

Fue en el Río de la Plata, ya muy cerca de las aguas abiertas del océano, en el balneario Las Flores, donde tuvo lo más parecido a un susto en el agua. «Estaba bastante picado, con olas grandes, pero yo nadaba sin preocuparme. Cuando miré para atrás estaba lejísimos de la costa. Quería salir, pero no podía. Me acordé que me habían dicho que no había que nadar contra la corriente, sino dejarse llevar. Después de un buen rato logré salir».

Con 60 años cumplidos, surgió una oportunidad inesperada: aparecieron las competencias para adultos. Margarita Kemayd decidió que no iba a dejar pasar la oportunidad y se inscribió para competir en natación.

Durante sus dos décadas de competencia ha ganado varios premios en su categoría en distintas partes del mundo, y este año participó en competencias de diversos estilos en Cuba (50 metros libre, 100 combinados y 50, 100 y 200 espalda, además de los tres mil metros en aguas abiertas).

En julio viajó a Corea del Sur, a participar en el mundial de natación, en su categoría de edad, en varios estilos.

Kemayd siente que una buena actitud es esencial para vivir una vida plena, de principio a fin. «Considero que la vida es una escuela. No terminamos de aprender hasta que nos vamos. Todos los avatares de la vida son experiencias que nos van haciendo crecer».

Esa forma de enfrentar la vida la ayudó mucho en su camino por las piscinas del mundo, en competencia contra las mejores. «Como nunca competí de niña ni de joven, no ad

quirí la técnica. Eso es lo más importante, la estoy aprendiendo todavía».

Lo fundamental es tirarse al agua. Así lo cree Kemayd, y así lo ha hecho desde que se lanzó a la piscina para competir por primera vez cuando tenía 60. «No sabía cómo me iba a ir, pero quería hacerlo y lo hice», dice con satisfacción.

Y así lo ha seguido haciendo desde entonces. Para lograrlo debe llevar una vida muy saludable y metódica, hasta donde es posible, con una familia tan grande, y trabajando en la actualidad en la agencia de seguros con su hija, porque si no, «¿de dónde creés que sale tanto viaje?»…

Para competir debe afrontar gastos importantes, que también financia en parte organizando excursiones a los lugares donde va a competir.

Por eso su rutina es muy atareada. Se levanta poco después de las 8 y desayuna frutas, café con leche y tostadas con requesón. «Lo hago yo y me queda igualito que el queso Filadelfia». Después un licuado a media mañana con varias frutas. Entrena un poco de día, descansa, trabaja, y nada luego de noche. «Termino mi jornada a eso de las 11 de la noche y ceno bien, porque estoy loca de hambre», cuenta.

Lo que más le gusta es nadar por el mundo. Lo ha hecho en Montevideo, Maldonado, Salto, Mar del Plata, Río de Janeiro, Manaos, Lima, Isla Margarita, Medellín, Arica, el Golfo de México, Budapest, Turín, Asturias, Gotemburgo, Montreal, Cerdeña y el Líbano. Ha conocido los lugares donde nació su padre (Líbano) y su madre (País Vasco francés).

Ella dice que la gente mayor cree que ya no puede hacer muchas cosas y por eso dejan de intentarlo, y que no debería ser así. «Creo que no hay que renunciar a intentar lo que a uno le hace feliz. Los mayores podemos mucho más de lo que creemos o que nos hacen creer».

Kemayd se siente orgullosa de ser un ejemplo en ese sentido, y si alguna persona de edad

avanzada se sintiera inspirada por ella para cumplir sus sueños, eso la haría muy feliz.

De hecho, ella siente la competencia como si tuviera 20 años. No viaja por el mundo solo por pasear. Ella quiere ganar. «Siempre quiero ganar. Me pongo nerviosa antes de cada competencia y doy todo siempre. Es muy lindo competir, medirse con otros. Si me ganan es porque lo hicieron mejor, pero no porque yo me haya guardado nada».

NOTA DE LA EDITORIAL Con posterioridad a la realización de esta entrevista, Margarita ganó en el Mundial de Corea del Sur la medalla de oro en la prueba de aguas abiertas sobre un recorrido de 3.000 metros, además de otras tres medallas; una por el cuarto puesto en 400 metros libres, otra por el sexto puesto en los 100 metros libres y una tercera por el séptimo puesto en 200 metros espalda. ¡Felicitaciones Margarita!

Fuente: https://issuu.com/pandora.com.uy/docs/nuestrosmayores_00._fundaci_nastur_issuu/s/167999

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